País Europeo. 2018.

En enero de 2018 empezamos a pensar en la posibilidad de enviar a nuestro hijo de 14 años (ahora 15) a estudiar un curso en el extranjero. Tras hablarlo con él y a pesar de su reticencia inicial, comenzamos a estudiar las organizaciones que mejor cuadraban con nuestra mentalidad y nuestro presupuesto. A través de unos familiares encontramos AFS Intercultura España y acudimos a una primera reunión en Madrid en el mes de febrero.
Ese mismo mes apuntamos a nuestro hijo (de aquí en adelante usaremos en ocasiones la inicial I. para facilitar la lectura y preservar su confidencialidad) como candidato a pasar un año en Austria con el fin de que tuviera la experiencia de conocer otra cultura y de aprender alemán. Entregamos todas las fichas e informes requeridos por la organización y, en paralelo, con el fin de no dejar solo a nuestro hijo pequeño, comunicamos nuestro interés en acoger en nuestra casa a un estudiante extranjero.
En abril de 2018 AFS Intercultura nos confirmó la aprobación de la candidatura de I. a pasar un año en un país centroeuropeo. Unas semanas después recibimos en casa la visita de una voluntaria de AFS España que vino con el objetivo de analizar nuestra idoneidad para ser familia anfitriona. Estuvo con nosotros durante casi dos horas un sábado por la mañana, viendo nuestra casa, hablando con los cuatro, preguntando cuál era nuestro modo de vida, valores, costumbres, aficiones e incluso visiones de la vida, así como cuestiones más operativas para la posible estancia de un chico extranjero como los colegios de la zona en los que pensábamos solicitar plaza.
Pocos días después, tras haber revisado las fichas que nos enviaron de unos cuantos adolescentes, consideramos que uno de ellos se podría adecuar bien a nuestra forma de vida, aficiones, etc., y así se lo trasladamos a AFS Intercultura, desde donde a los pocos días nos confirmaron su conformidad y nos dieron ya los datos de contacto del chico.
En ese mismo momento comenzó su experiencia con su familia de acogida, nosotros, y empezamos a escribirnos correos electrónicos en los que nos contábamos cosas relativas al día a día, sobre nuestras respectivas familias, países, anhelos, expectativas y demás. Nuestro hijo fue parte activa de todos estos correos, pero la organización le negó la posibilidad de vivir esa misma experiencia recíproca ya que ni siquiera se puso en contacto con él para informarle sobre las evoluciones del proceso de búsqueda de una familia anfitriona en su país de destino.
Durante esos meses nos informaron de que la fecha de salida prevista para el inicio de su “programa” (expresión utilizada en todo momento por AFS al referirse a esta experiencia) era el 30 de agosto. En junio la organización nos escribió para solicitarnos que I. se grabase un vídeo presentándose para utilizarlo en el proceso de búsqueda de familia.
Por fin, el 10 de agosto (seis meses después de apuntarse en el programa, cuatro meses después de haber sido aceptado y 20 días antes de su salida) AFS Intercultra nos escribió anunciándonos que habían encontrado una familia de carácter permanente, acompañando la ficha de la familia, la cual nos dio desde el principio muy buena impresión.
El 21 de agosto (nueve días antes de la salida), recibimos un correo electrónico de AFS Intercultura solicitando nuestro permiso para utilizar las fotografías y el vídeo de nuestro hijo para ser utilizados en la búsqueda de familia. Sorprendidos, nos pusimos de inmediato en contacto telefónico con la oficina y una chica joven nos trasladó de forma desenfadada que un compañero suyo se había equivocado al notificarnos que la familia de acogida era permanente.
La familia de acogida era de carácter temporal y se había comprometido a tener a nuestro hijo durante un mes. Molestos por el tono ligero con el que esta persona nos trasladó la información le pedimos hablar con alguien con responsabilidad para la toma de decisiones en la organización. En el día que pasó desde esta llamada de teléfono hasta que hablamos con una persona con mayor experiencia y mayor capacidad de decisión nos planteamos anular el programa, el cual ya habíamos abonado en su totalidad. Si no lo hicimos fue por la ilusión que tenía I., a pesar de no haber recibido ninguna información, explicación o apoyo por parte de AFS.
La conversación del día 22 de agosto (ocho días antes de la fecha de salida) con una persona, en teoría, de mayor experiencia se desarrolló en el mismo tono de ligereza y normalización de la situación por parte de AFS, desde donde nos trasladaron que siempre se encontraba familia, que sus estadísticas no aportaban diferencias en el éxito del programa entre chicos que hubieran estado desde el principio en una familia permanente y otros que habían empezado en familias temporales.
Preguntados acerca de si la búsqueda de la familia permanente se realizaría con el objetivo de que nuestro hijo se mantuviera en el mismo colegio o al menos en la misma zona se nos trasladó que ellos no se comprometían a nada y que la casa podría estar en cualquier parte del país.
A regañadientes, seguimos adelante y aceptamos que se utilizasen las fotografías de I. en la búsqueda de familia temporal, pero no el vídeo.
El 30 de agosto dejamos a nuestro hijo en las oficinas de Madrid de AFS y el 31 partió hacia su destino, mientras que el 7 de septiembre recibimos en casa a un chico de un país europeo.
La estancia de I. en la familia anfitriona temporal fue muy satisfactoria. Se adaptó bien a la vida familiar, al pueblo, al colegio (al que se desplazaba en bicicleta o caminando), y tuvimos escaso contacto telefónico con él.
Pero llegó el final. El 21 de septiembre AFS nos envió un correo electrónico con la ficha de la familia que acogería a nuestro hijo hasta junio de 2019. Esta familia estaba formada por una pareja de mediana edad y por el hijo de ella, M, (de unos 22 años), y recibían de forma frecuente la visita del novio del hijo.
Lo primero que nos sorprendió fue que en la ficha de la familia anfitriona, en el campo en el que se responde a la pregunta de cómo se interesó la familia en acoger a un estudiante, la respuesta, escueta, era “Ads” (anuncios). Aquí algunos ejemplos:


La residencia de esta nueva familia estaba a unos 35 kilómetros de una localidad universitaria de unos 300.000 habitantes, y a unos 300 kilómetros de su anterior casa. Además del viaje y de la nueva familia, el cambio de localidad implicó el cambio de colegio de nuestro hijo.
Durante la primera semana supimos que eso no podía funcionar por una causa objetiva: las deficientes posibilidades de combinación de transporte público de la residencia de la familia anfitriona, la cual estaba situada en un entorno rural desde el que tenían que llevar a I. en coche hasta la estación de tren más cercana (había que superar un pequeño puerto de montaña) para que desde allí él se pudiera desplazar. Una vez en la estación, cogía un tren hasta la ciudad, donde tomaba un tranvía y, con posterioridad, caminaba hasta el colegio. La duración de este trayecto era de entre 75 y 90 minutos, lo que limitaba enormemente la autonomía de nuestro hijo para desenvolverse y le impedía relacionarse con compañeros de colegio, con otros amigos de AFS y realizar actividades tan normales para un chico de esa edad como ir al gimnasio o salir a dar un paseo por la ciudad.
El 1 de octubre mantuvimos una reunión con responsables de AFS España en la que les trasladamos esta situación, y desde el primer momento notamos una absoluta frialdad y falta de empatía por su parte, dilatando el momento de ofrecernos una respuesta, ofreciendo argumentos vagos y diciéndonos que la situación era normal.
Tras varios retrasos de nuestro hijo en la llegada al colegio y habiéndonos trasladado de nuevo su aislamiento y falta de autonomía (circunstancias que él trasladaba, asimimso, a su tutora – voluntaria), volvimos a mantener una reunión con AFS el 8 de octubre con una actitud similar por parte de sus responsables: adujeron que en zonas rurales eran normales esos tiempos en los desplazamientos, y que la familia había estado sujeta a los procesos estándar de selección de AFS. En dicho encuentro les comunicamos que nosotros no íbamos a solicitar el cambio de familia, pero que si nuestro hijo lo hacía le apoyaríamos.
En esos días nuestro hijo intentó quedar en repetidas ocasiones con su tutora. Esta figura de tutor parece tener una gran importancia en la asociación, ya que en teoría es el/la encargado/a de acompañar al adolescente, de velar por su bienestar y de asesorarle en los potenciales problemas que pueda tener. Tras varios intentos mantuvieron una conversación telefónica en la que la propuesta de la tutora para solventar en la medida de lo posible a lejanía de la casa fue que se apuntase a más clases extraescolares, ya que de este modo podría quedarse en la ciudad hasta que la señora de la casa le recogiese y le pudiera llevar de vuelta, más o menos una hora y media o dos horas después de que él hubiera terminado su jornada lectiva.
En paralelo mantuvimos en Madrid la comunicación con AFS España, donde en todo momento se mantuvieron al margen, diciendo que la situación era normal y que, puesto que nuestro hijo “no corría peligro” (sic), analizarían la situación con AFS en el país de destino.
Nuestras sospechas, en este punto, eran que ante una falta de familias anfitrionas, reconocida por la propia directora de AFS España en reunión presencial “debido al problema de los refugiados” (sic), los procesos de selección de familias y la comprobación de la idoneidad de las mismas habían sido mucho más laxos de lo debido. Incluso dudamos que alguien de AFS del país de destino hubiese visitado la vivienda donde residía nuestro hijo, algo que I. nos confirmaría con posterioridad según relato de la señora de la casa.
La situación se agravó con la primera ausencia de I. al colegio debido a que nadie de la casa le había podido llevar a la estación por diferentes motivos. Indignados, llamamos por teléfono a AFS España y, de nuevo, en su habitual estrategia diletante, indiferente, nos indicaron que hablarían con el país de destino para saber lo que había pasado. Sin embargo, a los pocos días, y tras una respuesta por correo electrónico de nuevo plagada de vaguedades y poniendo en duda la tardanza que indicaba mi hijo en sus desplazamientos al colegio, volvió a faltar a clase, en este caso porque el chico de la casa se había dormido.
Esta situación desató que exigiésemos por correo electrónico a AFS España el cambio de casa, mientras que nuestro hijo solicitó una reunión a tres bandas con la tutora y la madre de la familia anfitriona. En dicha reunión repitió de nuevo su argumentación, explicando que su relación con la familia era buena pero que la distancia al colegio y la falta de autonomía para ir a la estación estaban afectando negativamente a su experiencia.
De nuevo la tutora, sin querer atender a la petición de I., adoptó un papel de normalización de la situación. Ante la insistencia de nuestro hijo, la tutora, a la sazón una joven de 21 años, le ofreció la posibilidad de que la organización comprase una bicicleta eléctrica para hacer el trayecto desde su casa hasta la estación, algo que fue inmediatamente rechazado por la madre de la familia explicando que en el momento en que cayeran las primeras nevadas sería inviable circular en bicicleta eléctrica.
Reunidos de nuevo con AFS Madrid el 24 de octubre nos aseguraron que habían analizado la situación y explorado todas las posibilidades, y que en el plazo de una semana nos darían una alternativa de cambio de familia, sin comprometerse a que la supuesta nueva familia fuera definitiva. Asimismo, verbalmente, nos dio la impresión de que empezaban a culpar a nuestro hijo de la situación, y nos trasladaron de forma totalmente infundada que no se relacionaba con los compañeros del colegio, de AFS o con la familia. De manera adicional, nos informaron de que, en el caso de que le cambiasen de familia, le harían firmar un documento en el que se recogerían ciertas condiciones a las que se tendría que comprometer para que el programa tuviera éxito.
Justo el día anterior a esta reunión en Madrid nuestro hijo había faltado de nuevo al colegio, algo que le afectó de manera especial porque ese día tenía un examen para el que había estado estudiando las jornadas anteriores.
Sin embargo, la situación más esperpéntica se produjo el propio miércoles, 24 de octubre: puesto que nadie de la familia podía llevar a nuestro hijo a la estación a la hora a la que debería coger el tren de la mañana para ir al colegio, el joven de la casa le despertó a las 04.00 de la madrugada y le llevó con él durante casi una hora a recoger a dos empleados suyos, tras lo cual dejó a I. en casa de la novia de su hermano, donde durmió en un sofá una hora más hasta que, finalmente, le llevaron a la estación.
Esta situación provocó que nos pusiéramos de nuevo en contacto por correo electrónico con AFS España y les diésemos un ultimátum, instándoles a cumplir el plazo previsto de una semana para que nos trasladasen información sobre el cambio de familia.
En conversación telefónica con la directora General de AFS España el 30 de octubre nos comunica que se trasladará a nuestro hijo, de nuevo, a la familia anfitriona inicial, y que de manera previa se le solicitará la firma de un documento de compromisos (Support Agreement, lo denominó) que persigue el éxito del programa de nuestro hijo en AFS y que nos enviarían de manera previa para nuestra revisión. Preguntada por el plazo en el que se producirá el traslado, nos comunicó que sería de forma casi inmediata tras la firma del citado documento, la cual se debería producir a lo largo de la misma semana.
En la misma conversación nos comunica que nuestro hijo ha faltado a clase el día anterior y unas horas del actual, a lo que le respondemos que conocíamos la ausencia del día 29 de octubre y que se debía a que la familia no le había podido trasladar a la estación.
El 31 de octubre nuestro hijo se reúne con la directora de su colegio , quien le pregunta los motivos de sus reiteradas ausencias, y él le cuenta la verdad: dónde vive, cuál es su rutina de transporte y las reiteradas faltas de compromiso de la familia para trasladarle. La directora le muestra su apoyo e incluso se ofrece a colaborar en la búsqueda de otra familia de residencia, al tiempo que le traslada su interés en hablar con alguien de AFS. Con posterioridad, supimos que este hecho había molestado mucho a AFS.
En la misma fecha nuestro hijo se reúne con su tutora para hablar de la situación, y ella le comunica que están buscando una nueva familia, pero no le especifica plazos temporales para el cambio ni le habla del supuesto documento que nos comentaron en AFS España. En esta reunión detecta un cambio de tono en su actitud, a pesar de que con anterioridad nuestro hijo le había comunicado en varias ocasiones los problemas de movilidad a los que estaba sujeto sin que ella hubiera hecho nada al respecto más que proponerle que se apuntase a extraescolares, tal y como se ha explicado más arriba.
El 2 de noviembre conversamos telefónicamente con AFS España y les trasladamos la conversación de nuestro hijo con la directora del colegio, algo que en apariencia no les agrada e incluso parece, según nuestra interpretación, que podría dificultar el cambio de familia.
Ese mismo día nuestro hijo nos comunica que le han convocado el día 6 de noviembre, a las 11 de la mañana, en la oficina de AFS en la capital del país (a unos 200 kilómetros) para hablar sobre la situación.
El 5 de noviembre AFS España nos confirma esta reunión por correo electrónico. Sin embargo, a las 19.00 del mismo día nuestro hijo nos llama diciéndonos que su familia no quiere que vaya a la capital porque no se lo han comunicado, por lo que decide llamar a su tutora, quien, sorprendentemente, tampoco sabe nada de dicha reunión.
Finalmente, la tutora se informa y confirma la cita, para la cual nuestro hijo tiene que sacarse los billetes y pagarlos puesto que la familia se niega a hacerlo, a pesar de que todos estos gastos son reembolsados por AFS.
El 6 de noviembre I. se reúne con dos representantes de AFS y nos traslada que se sintió presionado, ya que la intención de AFS era culpar a nuestro hijo de que el programa no estuviera marchando como debería sin tener en cuenta el motivo principal, que era el de la distancia al colegio. Al trasladarles él que nadie de AFS había visitado la residencia de su familia de acogida para evaluar su idoneidad, le trasladan, al parecer con un evidente estado de nerviosismo, que la búsqueda de familias es un proceso a largo plazo, y le instan a no faltar más al colegio (sin interesarse siquiera por las causas) con la amenaza de enviarle de vuelta a España.
Le comunican, además, que al día siguiente llamarían a su primera familia para intentar cambiarle, lo cual no concuerda con lo que nos habían dicho a nosotros en Madrid más de una semana antes, cuando nos dieron a entender que ya se contaba con la conformidad de dicha familia.
La reunión de dos adultos con un chico de 15 años llega al mayor momento de tensión cuando se siente absolutamente presionado a firmar un documento de compromiso de “cambio de actitud” por su parte que supone un listado de condiciones elaborado por ellos. Ante la propuesta de I. de incluir también en dicho listado compromisos para AFS , como por ejemplo el cambio de familia con una fecha determinada, le responden que las reglas las pone AFS. Nuestro hijo (a quien de manera previa habíamos aleccionado en este sentido) se niega a firmar dicho documento aduciendo que no se lo habían enviado de manera previa a sus padres.
Como colofón, instaron a nuestro hijo a no trasladarnos el contenido de la reunión apelando a le necesidad de un adolescente de actuar de manera autónoma.
Esa misma tarde hacemos una llamada a la directora general de AFS en España, a quien comunicamos que si en el plazo de 24 horas no nos traslada una respuesta definitiva con un plazo cerrado del cambio de familia tomaríamos nosotros las acciones oportunas.
Pasadas las 24 horas nos escriben desde AFS España, de nuevo dilatando el proceso y anunciándonos que el 8 de noviembre por la mañana tendrían una conversación con el país de destino para recabar toda la información y trasladarnos una respuesta en el mismo día.
El 8 de noviembre recibimos a media mañana la llamada de la directora de AFS Intercultura España, quien nos comunica que la organización ha decidido poner fin al programa de nuestro hijo.
El 11 de noviembre regresó a España I., y empezó el proceso de readaptación y de búsqueda de un nuevo colegio más de dos meses después de iniciado el curso en España.

Comentarios

  1. Nosotros tuvimos una experiencia con mala experiencia con otra organización YFU. Tuvimos que sacar a nuestra hija del programa. Llevo meses peleando con ellos para que aclaren lo que paso y, cuando menos, ofrezcan una disculpa. Pero no hay manera. Hasta hoy encuentro este blog y me alegro mucho porque estas cosas hay que denunciarlas y no dejarlas pasar. Juegan con nuestro cansancio. Yo estoy recogiendo firmas para pedir que se hagan públicos sus protocolos de actuación en caso de que surjan problemas. Mi dirección es ludena1964@gmail.com

    https://www.change.org/p/a-qu%C3%A9-yfu-haga-p%C3%BAblico-sus-protocolos-de-seguridad-y-asuma-su-responsabilidad

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